Días de intenso trabajo pastoral y viajes me impidieron tomar contacto con las noticias diarias.
Hermanos me comunicaron lo ocurrido con el avión del Presidente de Bolivia, Evo Morales.

Al ver tal violación de soberanía, le pregunté a mi lógica qué hubiese pasado si en Bolivia hubiese sido detenido el avión presidencial de Barack Obama, con él en su interior… ¿Cuál hubiese sido la reacción de la OTAN? ¿Qué habrían dichos los medios de prensa?

Me asombra poderosamente que el eje de la discusión no esté centrado en las declaraciones del “topo” de la CIA buscado por EE.UU., Edward Snowden. Se acepta como normal la cacería y omite tratar los hechos denunciados, invirtiendo la carga de la prueba.

Finalmente, cuál es el temor de EE.UU. de que dicho personaje se asile en Bolivia… ¿De qué cosas podríamos enterarnos los sudacas que no es conveniente?
Pienso en tantos dictadores sureños, que encontraron refugio en los países del hemisferio norte, bajo el “estado de derecho…”

Dos reflexiones cruzan mi alma…

Primeramente, debemos recordar que países de América del Sur -Colombia, Perú y Chile- han entrado en relación directa con la OTAN (Alianza del Atlántico Norte), que es la que genera este tipo de atropellos. Están en nuestro territorio y pueden invadir la soberanía de la nación que deseen cuando quieran, bajo la excusa que se les ocurra.
Los recursos naturales de nuestros países son una tentación muy grande, por eso necesitamos patriotas incorruptibles en todos los ámbitos, en tiempos donde los Judas proliferan.

En segundo término, mucho me gustaría oír la voz profética de la Iglesia en dichos países, condenando el abuso. Esto, lejos de ayudarnos, pondría a salvo al pueblo de Dios en dichas naciones. Dios ve y no se agrada cuando los pueblos disfrutan bendiciones robadas en otros territorios. Gozar de las mismas sopretexto de ser acciones de los impíos o, buscar respaldos bíblicos para justificar las acciones de sus gobiernos solo los coloca en peligro.

El que tenga oídos, oiga o quizás deba decir, quien quiera oír, oiga…

LA PALABRA
Dios me dijo: «Jeremías, ve a la puerta del templo, y desde allí anuncia este mensaje: “¡Escúchenme, todos ustedes, que viven en Judá y que pasan por estas puertas para adorar a nuestro Dios!
Así dice el todopoderoso Dios de Israel: ‘No les presten atención a esos que andan asegurando que no voy a destruir esta ciudad porque aquí está mi templo. Al contrario, hagan lo siguiente:
’Mejoren su conducta, sean justos los unos con los otros, traten bien a los refugiados, a las viudas y a los huérfanos; hagan justicia al inocente y adórenme sólo a mí.
Si no lo hacen, les irá mal; pero si lo hacen, vivirán por siempre en este país, el cual di a sus antepasados.

¡Pero ustedes creen en las mentiras que les dicen, y que no les sirven para nada! Ustedes roban, matan, tienen relaciones sexuales con la esposa de otro hombre, no cumplen lo que prometen, adoran al dios Baal, y a otros dioses que ni conocen. Aun así, vienen a este templo, que es mi casa, y piensan que por estar aquí están a salvo. Después salen y siguen haciendo todas estas porquerías. Este templo es mi casa, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones. ¡Yo mismo lo he visto! Les juro que así es.

’Israelitas, vayan ahora al santuario de Siló, donde me adoraron al principio, y vean cómo destruí ese santuario por culpa de ustedes. Yo les he hablado muchas veces, pero no han querido escucharme; en vez de tomar en cuenta mis advertencias, han seguido haciendo lo malo. Les juro que así es. Por eso, aunque este templo es mi casa, y ustedes han puesto en él su confianza, yo lo destruiré como destruí el santuario de Siló. Yo les di este templo a ustedes y a sus antepasados, pero los voy a expulsar de mi presencia, así como expulsé a todos sus hermanos, los descendientes de Efraín.’”

»Y ahora, Jeremías, escúchame bien: no me ruegues ni me supliques por este pueblo. No me insistas, porque no voy a escucharte. ¡Mira lo que pasa en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén! Los niños juntan la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres preparan la masa, ¡y hacen panes para adorar a la que llaman Reina del cielo! Además, las ofrendas que presentan a otros dioses son un insulto para mí. Lo más vergonzoso es que, en realidad, no me insultan a mí; ¡se insultan ellos mismos! Les juro que así es.

»Por eso, castigaré con furia a este lugar, y a los hombres y a los animales, a los árboles del campo y a los frutos de la tierra. ¡Mi enojo será como un fuego difícil de apagar! Les juro que así será. Si quieren, sigan juntando las ofrendas y los animales que presentan en mi honor, y empáchense con la carne. Pero lo cierto es que, cuando yo saqué de Egipto a sus antepasados, no les mandé presentarme ofrendas ni animales. Lo que sí les mandé fue que me obedecieran. Sólo así yo sería su Dios, y ellos serían mi pueblo. También les mandé obedecer mis mandamientos, para que siempre les fuera bien. Pero sus antepasados no me obedecieron ni me prestaron atención; al contrario, fueron tercos y actuaron con maldad. Fue así como, en vez de mejorar, empeoraron. Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto y hasta ahora, yo no he dejado de enviarles a mis servidores, los profetas. Lo he hecho una y otra vez, y a pesar de todo eso, ellos no me obedecen ni me prestan atención, sino que son peores que sus antepasados.

»Jeremías, diles todo esto, aunque yo sé que no te van a contestar, y ni siquiera te harán caso. Diles que son una nación mentirosa, que no ha querido obedecerme ni ha aceptado ser corregida». Jeremías 7.1-28