Después de 95 años muy intensos, Nelson Mandela volvió al barrio que está detrás de las estrellas.
Hermano metodista, estigmatizado como cruel terrorista por los blancos opresores del Apartheid en Sudáfrica y sus aliados en todo el mundo, pasó a la clandestinidad en 1961, cuando yo abría mis ojos en este mundo. Fue apresado en 1962, donde pasó 27 años, hasta su libertad el 11 de febrero de 1990.
Atrajo las miradas del mundo entero cuando, el 10 de mayo de 1994, asumió la presidencia de la nación. El primer Presidente negro en la historia sudafricana.
Impulsó la paz y la reconciliación en un país con heridas eternas.
Su nombre es sinónimo de liberación pacífica, pero antes de sus acciones contundentes, la difamación corrió como reguero de pólvora. Atravesó incluso a la Iglesia, produciendo un cisma mundial de organizaciones entre quienes apoyaban al Presidente del Consejo Africano de Iglesias, pastor Desmound Tutu, quien coincidía con Madiba en la lucha por la paz y liberación del pueblo negro en Sudáfrica, y aquellos que los consideraban “bárbaros terroristas”, pecadores que se oponían a “la autoridad”.
Hoy, hasta sus detractores del pasado lo elogian rindiéndose ante las evidencias del amor demostrado y el fruto de un hermano en la fe que nos llena de orgullo.
Su nieta Zinane, nos honra al ser la embajadora sudafricana en nuestra patria.
Es muy lindo tener un pedacito de este héroe entre nosotros.
Como en la foto, quienes seguimos en la brecha contra la injusticia, sentimos el respaldo de su ejemplo, su vida y sus oraciones.
Nos queda el gozo de saber que en el barrio nos volveremos a encontrar.
HASTA PRONTO MADIBA, te vamos a extrañar…
“…por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.”
Hebreos 11: 33-35 (RV1960)