Las voces se levantan, las turbas heridas y airadas responden de una manera salvaje. Bueno es preguntarse sobre el origen de este mal, sus beneficiarios y la forma de su resolución.

Atención: NO TODO LO QUE TE DICEN ES VERDAD… O mejor dicho, algunas veces, dicen la verdad. Los verdaderos ladrones del futuro de la gente son los mismos que levantan a la turba que ellos mismo hieren con zonas liberadas y cataratas de mensajes mediáticos, que intentan hacer del pueblo víctima, un verdugo culpable.

Meditaba en Lucas 23 (1) –te adjunto el texto al final de esta breve nota y recomiendo que lo leas–, y observaba cómo los principales judíos y los religiosos agitaron a la turba acusando a JESÚS, quien no fue solo a la cruz, sino junto a dos ladrones.

Sobre uno de ellos, que arrepentido acercó su alma al Salvador, derramó toda la redención. Esta violencia, principio de la que fuera profetizada, no es huérfana.

Ha sido parida con décadas de injusticia social sobre un pueblo hambreado, al que sumaron zonas liberadas, represiones momentáneas, narcotráfico, leyes vetustas y una magnífica operación de prensa. Un proceso de degradación donde solo ganan quienes impusieron estas políticas a fuerza de sangre y desaparecidos.

Cambian los nombres pero las familias o los grupos económicos son los mismos. Hoy, en lugar de usar las fuerzas militares y de seguridad, en forma sanguinaria, espuelean al pueblo para producir la guerra de pobres contra pobres, lavándose las manos como auténticos Pilatos como si culpa no tuvieran.

Los discípulos miraban de lejos el “espectáculo” de la cruz, sin saber que aquellos dedos acusadores se volverían contra ellos días después.
En medio del caos, basta que uno te señale para que enardecidos justicieros lobotomizados se vuelvan contra vos sin misericordia.
JESÚS nos llama a solucionar con amor aboliendo el ojo por ojo, que termina produciendo ceguera masiva. (2)

Debemos buscar la raíz de los males que generan el delito y liberarlos con el poder del Evangelio que transforma vidas; predicar la palabra profética que quita la bruma y llama a lo malo, malo, y a lo bueno, bueno. (3)

No olvides que nuestra lucha no es contra sangre ni carne.
Con el poder del ESPÍRITU SANTO avancemos desde lo espiritual sobre lo natural y veremos una nueva realidad. (4)
LLEGÓ LA HORA DE RESPLANDECER.
LLEGÓ LA HORA DE LA REVOLUCIÓN DEL AMOR DE JESÚS. 

 

 

 

TEXTOS BIBLICOS

(1) Lucas 23.1-49 (TLA)

Levantaron, pues, la sesión y llevaron a Jesús ante Pilato.
Comenzaron la acusación diciendo: Hemos comprobado que este anda alborotando a nuestra nación. Se opone a que se pague el tributo al emperador y, además, afirma que es el rey Mesías.
Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le respondió: Tú lo dices.
Pilato dijo a los jefes de los sacerdotes y a todos los presentes: No encuentro ningún motivo de condena en este hombre.
Pero ellos insistían más y más: Con sus enseñanzas está alterando el orden público en toda Judea. Empezó en Galilea y ahora continúa aquí.
Pilato, al oír esto, preguntó si Jesús era galileo. Y cuando supo que, en efecto, lo era, y que, por tanto, pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió, aprovechando la oportunidad de que en aquellos días Herodes estaba también en Jerusalén.
 
Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, pues había oído hablar de él y ya hacía bastante tiempo que quería conocerlo. Además, tenía la esperanza de verlo hacer algún milagro. Así que Herodes preguntó muchas cosas a Jesús, pero Jesús no le contestó ni una sola palabra. También, estaban allí los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley acusando a Jesús con vehemencia. Por su parte, Herodes, secundado por sus soldados, lo trató con desprecio y se burló de él. Lo vistió con un manto resplandeciente y se lo devolvió a Pilato. Aquel día, Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues hasta aquel momento habían estado enemistados.
 
Entonces Pilato reunió a los jefes de los sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:
Me habéis traído a este hombre diciendo que está alterando el orden público; pero yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en él ningún crimen de los que lo acusáis. Y Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto. Es evidente que no ha hecho nada que merezca la muerte. Por tanto, voy a castigarlo y luego lo soltaré.
Entonces toda la multitud se puso a gritar: ¡Quítanos de en medio a ese y suéltanos a Barrabás!
Este Barrabás estaba en la cárcel a causa de una revuelta ocurrida en la ciudad y de un asesinato. Pilato, que quería poner en libertad a Jesús, habló de nuevo a la gente.
 
Pero ellos continuaban gritando: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

Por tercera vez les dijo: ¿Pues cuál es su delito? No he descubierto en él ningún crimen que merezca la muerte; así que voy a castigarlo y luego lo soltaré.

Pero ellos insistían pidiendo a grandes gritos que lo crucificara; y sus gritos arreciaban cada vez más.

Así que Pilato resolvió acceder a lo que pedían: puso en libertad al que tenía preso por una revuelta callejera y un asesinato, y les entregó a Jesús para que hiciesen con él lo que quisieran.
Cuando lo llevaban para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón, natural de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo acompañaba mucha gente del pueblo junto con numerosas mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad, más bien, por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque vienen días en que se dirá: «¡Felices las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron!». La gente comenzará entonces a decir a las montañas: «¡Caed sobre nosotros!»; y a las colinas: «¡Sepultadnos!». Porque si al árbol verde le hacen esto, ¿qué no le harán al seco?
 
Llevaban también a dos criminales para ejecutarlos al mismo tiempo que a Jesús.
Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús entonces decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Los soldados se repartieron las ropas de Jesús echándolas a suertes.
La gente estaba allí mirando, mientras las autoridades se burlaban de Jesús, diciendo:
Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si de veras es el Mesías, el elegido de Dios.
Los soldados también se burlaban de él: se acercaban para ofrecerle vinagre y le decían: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Habían fijado un letrero por encima de su cabeza que decía: «Este es el rey de los judíos».
Uno de los criminales colgados a su lado lo insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? ¡Pues sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!
Pero el otro increpó a su compañero, diciéndole: ¿Es que no temes a Dios, tú que estás condenado al mismo castigo? Nosotros estamos pagando justamente los crímenes que hemos cometido, pero este no ha hecho nada malo. Y añadió: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey.
Jesús le contestó: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
 
Alrededor ya del mediodía, la tierra entera quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. El sol se ocultó y la cortina del Templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y, dicho esto, murió.
Cuando el oficial del ejército romano vio lo que estaba pasando, alabó a Dios y dijo:
¡Seguro que este hombre era inocente!

Y todos los que se habían reunido para contemplar aquel espectáculo, al ver lo que sucedía, regresaron a la ciudad golpeándose el pecho.

Pero todos los que conocían a Jesús y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, se quedaron allí, mirándolo todo de lejos.
 
(2) Mateo 5.38-42 (TLA adaptada)

Sabéis que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No recurráis a la violencia contra el que os haga daño. Al contrario, si alguno te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. Y al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, cédele el manto. Y si alguno te fuerza a llevar una carga* a lo largo de un kilometro, llévasela durante dos. A quien te pida algo, dáselo; y a quien te ruegue que le hagas un préstamo, no le vuelvas la espalda.

(3) Lucas 1.46-56 (TLA adaptada)

Entonces dijo María: Todo mi ser ensalza al Señor.
Mi corazón está lleno de alegría a causa de Dios, mi Salvador, porque ha puesto sus ojos en mí que soy su humilde esclava.
De ahora en adelante todos me llamarán feliz, pues ha hecho maravillas conmigo aquel que es todopoderoso, aquel cuyo nombre es santo y que siempre tiene misericordia de aquellos que le honran.
Con la fuerza de su brazo destruyó los planes de los soberbios.
Derribó a los poderosos de sus tronos y encumbró a los humildes.
Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Se desveló por el pueblo… acordándose de mostrar misericordia, conforme a la promesa de valor eterno que hizo a nuestros antepasados…
María se quedó unos tres meses con Elisabet, y luego regresó a su casa.
 
(4) Hechos 13.6-12 (TLA)

Después atravesaron toda la isla y llegaron al puerto de Pafos. Allí encontraron a Barjesús, un judío que hacía brujerías y que, según decía, hablaba de parte de Dios.
Barjesús era amigo de Sergio Paulo, un hombre inteligente que era gobernador de Chipre.

Sergio Paulo mandó a llamar a Bernabé y a Saulo, pues tenía muchos deseos de oír el mensaje de Dios. Pero el brujo Barjesús, al que en griego lo llamaban Elimas, se puso frente a ellos para no dejarlos pasar, pues no quería que el gobernador los escuchara y creyera en el Señor Jesús.
Entonces Saulo, que también se llamaba Pablo y tenía el poder del Espíritu Santo, miró fijamente al brujo y le dijo: «Tú eres un hijo del diablo, un mentiroso y un malvado. A ti no te gusta hacer lo bueno. ¡Deja ya de mentir diciendo que hablas de parte de Dios! Ahora… te quedarás ciego por algún tiempo y no podrás ver la luz del sol.»

En ese mismo instante, Elimas sintió como si una nube oscura le hubiera cubierto los ojos, y se quedó completamente ciego. Andaba como perdido, buscando que alguien le diera la mano para guiarlo.
Al ver esto, el gobernador se quedó muy admirado de la enseñanza acerca del Señor Jesús, y en verdad creyó en él.