La historia susurra a oídos de atentos observadores la cruel realidad: mucho más importante que las banderas son los vientos que las alinean, sin importar su color, ni la vehemencia de quienes las portan.
La economía, la política, y aun las iglesias, son arrastradas por las corrientes de moda.
En medio del mar de estos tiempos turbulentos, nuestras velas necesitan el soplo del ESPÍRITU…
Corren años en los que el marxismo se propaga velozmente. No enloquecí, sé que los funerales del comunismo fueron hace 25 años, cuando murió aplastado bajo el muro de Berlín. Hablo de otro “marxismo”, no del de don Karl, sino de aquel parido por el genial y sarcástico Groucho (1), quien al presentarse, ironizaba la cultura de nuestros tiempos diciendo: “Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.
Así fue y así es, tan cruel como real; las personas, sin siquiera ruborizarse, se desdicen sin complejos, obviando lógicamente todo reconocimiento de errores.
En la subcultura evangelical se siguen sosteniendo mensajes y conceptos que nadie cumple, pero la religiosidad obliga a exaltados predicadores proclamarlos utilizando consignas de una moral idílica basada en tradiciones.
Santidad religiosa alejada de la enseñanza pura del Evangelio, que aplica iguales o similares demandas al pueblo, tales como las que los fariseos, sacerdotes e intérpretes de la ley imponían en los tiempos de JESÚS, razón por la cual, Él los fustigaba permanentemente.
Ajenos a las épicas batallas del Señor contra los religiosos de antaño, replican exigencias de moralinas cargadas de una cultura mentirosa y andrajosa por el paso del tiempo.
Nadando en este contaminado Riachuelo, descubrimos que tal como en aquellos días, sacralizan la usura en nombre de la prosperidad, al tiempo que justifican cualquier apetencia y práctica política tras el estandarte del Reino. Llegan al grado de ponderar las formas, actitudes y actividades romanas como un ejemplo a seguir, o las critican, pero las imitan.
Muchos viven como si JESÚS no fuera a volver, y esa es una de las señales más elocuentes de que estamos en días de principios de dolores.
Muchas son las banderas que se levantan a nuestro alrededor, todas ellas con convicciones propias de “La Groucho”. Una bandera puede significar lo contrario de lo que representó ayer, sin tener nada que ver con lo que simbolizará mañana.
El secreto es que el viento de la historia orienta a las banderas.
EN TIEMPOS DE VIENTOS CAMBIANTES, SABER DE DÓNDE SOPLAN,
ES VITAL PARA ENTENDER HACIA DÓNDE NOS DIRIGEN.
Algunas sinceras, otras oportunistas; todas ellas expresan un sentir, un pensamiento que identifica a quienes –conciente o inconcientemente– se encolumnan tras ellas.
Para entender a los pueblos es necesario descubrir la dirección de los vientos que soplan sobre ellos.
AÚN SIENDO SIEMPRE LAS MISMAS, LAS BANDERAS ONDEAN EN DIFERENTE DIRECCIÓN DE ACUERDO A LOS VIENTOS QUE SOPLAN EN CADA MOMENTO.
“… para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”. (2)
Tiempos de recios torbellinos de estratagemas de hombres, que direccionan impiadosamente las banderas, desconcertando e hiriendo mortalmente a quienes se cobijan bajo sus colores.
Por el poder mediático que ostentan, a las que se oponen, las deshilachan hasta deshacerlas.
Aunque la batalla arrecie y parezca imposible vencer por encontrarnos rodeados de insignias de colores ajenos, llega el momento que, frente al triunfo de quienes portan en sus puños milagros divinos, se arrían esas banderas impías.
“Y de miedo pasará su fortaleza, y sus príncipes, con pavor, dejarán sus banderas, dice Jehová, cuyo fuego está en Sion, y su horno en Jerusalén”. (3)
Debés tener cuidado bajo qué bandera te identificás y peleás.
No siempre quienes se muestran imponentes, como Egipto y Asiria, triunfarán por poderosos que parezcan. (4)
Analizá cuál es la dirección de sus vientos… ellos son tan importantes como los colores de las banderas.
Finalmente, recordá siempre:
ESTÁS BAJO BANDERA y SU BANDERA SOBRE TI ES AMOR.
“Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor”. (5)
Vivimos “estos tiempos”, locos y confusos, en los cuales muchos levantan banderas multicolores, y otros, no menos numerosos, tienen trapos camaleónicos que cambian de colores según amerita la ocasión. Días en los cuales los profetas pueden predecir el cataclismo por la mañana, anunciar bonanza por la tarde y la gloria nocturna… todo sin siquiera sonrojarse. Una mentira tapa la otra y el pueblo camina desorientado en medio de la muerte, como en los tiempos de Jeremías. (6)
Ansiando vivir cada día tomados de la mano de JESÚS, y así, evitar distracciones de último momento, debemos poner nuestros ojos, pasión y fuerzas al servicio de la gente, enfocados especialmente en quienes de entre ellos sufren, ya que esa es la santidad verdadera. (7)
Vivimos en un mundo donde la gente tiene el corazón lleno de vacíos, y a nosotros, nos encomendó JESÚS la maravillosa tarea de auparlos, arropando sus almas heladas.
Debemos llevarlos del otro lado del cielo, donde brilla el sol de justicia.
En tanto podamos, influenciemos con nuestro ejemplo y palabra a los hombres, pero cuando estos insensibles arrasen a la manada, abramos la brecha de salvación a fuerza de milagros, aquellos prometidos por quien está con nosotros todos los días hasta el fin.
La sensibilidad de un poeta me ayuda a desatar el nudo de mi alma y así expresar mi oración cantada a JESÚS, en medio de estos fríos y frívolos tiempos, donde la indiferencia hacia el prójimo lacera el corazón y la impertinencia de modas y teologías apócrifas incitan a la masa del pueblo a creer y vivir en el individualismo, tan lejano de la ternura divina que todo da a aquel que sufre en esta vida:
“Incluso en estos tiempos triviales como un baile de disfraces,
todos los días tienen unas horas, para gritar al filo de la aurora, la falta que me haces.” (8)