En medio de la opresión religiosa, las persecuciones políticas, la opresión económica y las guerra: ¿Pudo existir otro protestantismo cristocéntrico, libre, voluntario, misionero, comunitario, capaz de sobrevivir y cambiar su mundo?

Hablar de una Iglesia pujante que se desarrolla por medio de grupos pequeños –células de discipulado– y bautiza a 12 mil personas en un año en una localidad, transmitiéndole a sus miembros el fuego evangelizador y misionero, suena impactante para nuestros días, cuánto más si hablamos del siglo XVI.

La Reforma Radical y su eclesiología nos asombran y nos atraen para explorar en sus raíces tan profundas y ricas como poco difundidas.

Muy pocos años después de que Martín Lutero clavara las 95 tesis en la puerta de la Catedral de Wittenberg, impulsados por la Reforma, en medio de una crisis de hambre y revueltas sociales del campesinado (1) y la resaca de la guerra husita (2), nacía el movimiento anabaptista o la Reforma Radical, como se la llamó peyorativamente, ligando esos nombres al fanatismo, el cisma y el desorden.

Compartiendo la base de las ideas luteranas, los apodaron anabaptistas (el que bautiza de nuevo) por rechazar el bautismo de infantes, ya que lo consideraban símbolo de la fe automática, impuesta, conformista y artificial.

El catolicismo imperante imponía esta práctica prohibiendo el “rebautismo”, adjudicándose el patrimonio de las personas y pueblos bajo sus dominios. Tal era la importancia de este punto que, en el siglo V, el Código Teodosio señalaba la pena de muerte para cualquiera que rebautizara a otro (3).

Pero el catolicismo no fue el único peligro que debieron enfrentar los anabaptistas. El 17 de enero de 1525, en una disputa en Zurich, el reformador Ulrico Zwinglio negó el principio del bautismo de los creyentes –sobre el cual había realizado un escrito donde lo defendía–. El concilio de la ciudad, actuando como juez, decretó la victoria de Zwinglio en el debate y dio la orden de que todos los niños fueran bautizados. Los anabaptistas debían ser desterrados o hechos prisioneros. Una segunda disputa, en noviembre de ese año, terminó con el mismo fallo. En marzo de 1526, se ordenó ahogar a los anabaptistas si persistían en su herejía. Félix Manz, Jacobo Faulic, y Enrique Riemon fueron las primeras víctimas de esta sentencia.

Las leyes se endurecieron hasta obligar al bautismo de los infantes en la fe del rey que imperara, fuere católico o luterano en cada caso.

El bautismo adquiría semejante relevancia porque hacía súbditos “tributarios” y leales hasta la sangre –integrando ejércitos– a aquellos sobre quienes recayera. Un yugo de esclavitud y pertenencia irrenunciable al que la gente era ligada sin poder ejercer ningún derecho de elección personal, dado que se practicaba sobre los recién nacidos.

El anabaptismo –reformadores radicales– perseguido desarrolló una eclesiología maravillosa, avanzando varios pasos por delante de la Reforma luterana.

Gestaron sus Iglesias en células pequeñas, por medio de las cuales discipulaban a los hermanos, logrando así un grado de consagración voluntaria que los llevaba a ofrendar sus vidas, pues interpretaban las persecuciones como la herencia de Cristo.

No existían jerarquías eclesiásticas nobiliarias, es decir, que las comunidades de hermanos eran libres, tanto en su participación, que debía ser voluntaria, como en la independencia del Estado.

Centrando la importancia en la gente, se olvidaron de templos, catedrales y gobiernos episcopales: generaron la IGLESIA INVISIBLE, aquella que no se ve pero existe. Una eclesiología novedosa, un modelo completamente dispar a lo existente y basado en las normas neotestamentarias de organización.

 

NOTAS

(1) Guerra de los campesinos alemanes o la Revolución del hombre común
Fue una revuelta popular en el Sacro Imperio Romano Germánico entre los años 1524 y 1525.
Revueltas económicas y religiosas, como las guerras husitas, que involucró a campesinos ciudadanos y nobles. Se desarrolló con mayor intensidad en el sur, oeste y centro de Alemania, alcanzando también a Austria y Suiza. En el verano de 1525, involucró a 300 mil campesinos y dejó un saldo de más de 100 muertos.

(2) Guerras Husitas 1420-1434
Tras el asesinato de Juan Hus en Constanza, el 6 de julio de 1415, sus discípulos desarrollaron un movimiento de carácter revolucionario.
Los caballeros y nobles de Bohemia, que adherían a la Reforma, enviaron un duro manifiesto al Concilio de Constanza en repudio contra la ejecución de Hus. En respuesta el emperador del Sacro Imperio Romano, Segismundo de Luxemburgo, envió por carta la amenaza de aniquilar de inmediato a todos los “wycliftas” (seguidores de Wyclif 1330-1384) y “husitas” (partidarios de Hus). Esto enfureció al pueblo y produjo revueltas en muchas zonas de Bohemia (hoy República Checa).
Tres “cruzadas contra los husitas” y la defensa de estos, generaron las llamadas “guerras husitas”.

(3) Código Teodosio
Data del siglo V. Fue una ley que instauraba la pena de muerte a quien rebautizara a una persona. Fue dirigida contra los donatistas –algunas veces eran llamados anabaptistas– porque insistían en realizar el rito del bautismo sobre cualquiera que viniera de las corrompidas iglesias católicas, sobre las que sostenían que habían perdido el poder de administrar el bautismo salvador.