He aquí se cumplieron las cosas primeras, yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.
Isaías 42.9 (RV1960)

El pasado domingo, siguiendo el cronograma que viene desde enero de 2015, hablamos de este pasaje bíblico en el cual el profeta habla de JESÚS, ocho siglos antes de su nacimiento en Belén.

Como un quiebre en medio de la descripción del Mesías, esta declaración es una advertencia que retumba en nuestros oídos como campanas de alerta.

Cuando a principios de diciembre próximo pasado meditaba sobre el 3er trimestre de este año, fui sobresaltado con la lectura del último texto del libro del profeta Zacarías:
Y toda olla en Jerusalén y Judá estará consagrada al Señor de los ejércitos, y todos los que se presenten a ofrecer sacrificios las tomarán para cocer en ellas la carne.
Cuando llegue ese día, no habrá más mercaderes en la casa del Señor de los ejércitos.
Zacarías 14.21 (RVC)

El nombre Zacarías significa “Dios ha recordado” e, inconscientemente, mi reacción desmedida, que me llevó a dejar mi tarea en ese momento, la relacioné con los acontecimientos que se produjeron cuando este mismo mensaje signó un período de nuestra historia: el cuarto trimestre de 2001.

Hace siete meses, cuando este mensaje fue proclamado y todo era alegría y esperanza, nadie podía imaginar que el mismo pueblo que dio su apoyo en las urnas a los actuales gobernantes hubiera de salir a las calles con sus cacerolas de protesta.

Los medios de comunicación intentaron disimular la potencia del reclamo de un pueblo que desafió al intenso frío y bajo la lluvia pobló las esquinas de toda la patria. Sin embargo, más allá del apagón mediático, el Presidente de la nación expresó públicamente su respaldo al cuestionado ministro responsable de los atroces aumentos de las tarifas de los servicios públicos.

Con mucha preocupación, vuelvo a recordar al presidente Mauricio Macri, por medio de esta carta abierta, el mensaje del profeta Isaías que proclamamos en diciembre de 2002* y que, desde agosto de 2003, le he explicado tanto publicamente como en forma privada: debemos ocuparnos de los desterrados y empobrecidos, entonces, Dios nos librará del devorador que consume nuestro pan.

Haber atendido a dichas palabras nos asombró al producir el mentado “viento de cola” que sacó a la nación de la peor crisis de su historia: doce años de cosechas superavitarias y precios en alza constante.

Bajar los impuestos a los sectores mas ricos, que en la pasada década obtuvieron ganancias siderales y liberar las tazas para producir el aumento de las ya pingües ganancias del sector financiero, provocaron un doble daño. Por un lado, la merma en el ingreso público por la quita de las retenciones y, por el otro, la sangría del tesoro por el pago de las tasas desproporcionadas a la banca privada. Estas fueron las razones por las que se eliminaron los subsidios que formaban parte en forma indirecta del salario de los trabajadores.

Decisiones que viraron el curso de nuestra nave, la cual hoy enfrenta vientos de proa.
Cosechas arruinadas en todo el territorio nacional y la baja de los precios internacionales confirman esta realidad. No hablamos de augurios, sino de datos concretos.

El mensaje de Zacarías es un despertador para todos.
Para el pueblo, el cual debe manifestarse y exigir a los gobernantes que cumplan lo prometido, pues el tiempo de los paternalismos se ha terminado. Es necesario madurar ocupando el sitio de “soberano” que le corresponde; pero para los gobernantes, es una llamada a la reflexión: no se puede engañar, ni hacer lo opuesto a lo declarado en la campaña electoral.

El mensaje de Zacarías tiene mayor contenido que la ruidosa advertencia.
En próximas notas iremos buceando en él.
Encaminar nuestros pasos por sus senderos traerá liberación, paz y justicia en prosperidad.

* Isaías 16.3-5 (RV1960)
Reúne consejo, haz juicio; pon tu sombra en medio del día como la noche; esconde a los desterrados, no entregues a los que andan errantes. Moren contigo mis desterrados, oh Moab; sé para ellos escondedero de la presencia del devastador; porque el atormentador fenecerá, el devastador tendrá fin, el pisoteador será consumido de sobre la tierra. 
Y se dispondrá el trono en misericordia; y sobre él se sentará firmemente, en el tabernáculo de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia.