Es la fe con más seguidores y una herramienta básica para sobrevivir. Pero la obsesión en torno a su figura produce vacíos existenciales dice Borja Vilaseca, en su interesante nota publicada por la Revista del diario EL PAIS de España en mayo de 2015.

 

En Apocalipsis, la doxología de la Biblia, se expone con contundencia la intensión divina de revelar el deseo de los corazones, en ese desafío ético que implica “adorar” al Cordero inmolado, desangrado, que reina para establecer paz y justicia en amor, o “rendirse” a las riquezas y el poder, olvidando nuestra identidad, pues fuimos creados a imagen y semejanza de Dios: libres, creativos y con una enorme capacidad de amar.

 

Jesús dejo claro cual es el verdadero enemigo que compite por la supremacía en el corazón de la gente cuando dijo: Nadie puede servir a dos patrones. Menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas.
Lucas 16.13 (NVI adaptado)

 

Desde el día que leí la definición que Jesús hizo sobre el antagonismo del servicio, con apenas dieciséis años de vida, comprendí quién era el verdadero oponente en la batalla espiritual que libramos: la ambición egoísta.

 

Entender el valor social del dinero clarifica que el problema no se encuentra en las riquezas, sino en las acciones que se desarrollan para obtenerlas.

Las riquezas deben ser un medio para bendecir a muchos y no un fin en sí mismas.

 

En un mundo con Imperios en pugna, el factor común en todas las latitudes y culturas es la ambición por el dinero y el consumo desmedido, que ponen en jaque la supervivencia.

El sufijo “ismo” transforma todo concepto en una doctrina, un dogma implacable. El hombre, “lobo del hombre”, tal como lo define Thomas Hobbes en su libro Leviatán (1651), en el cual evoca a Plauto quien lo escribiera en su comedia del siglo III antes de Cristo, abraza con enjundia la religión del capital predicando su teología del mercado omnipresente y omnisciente, la cual destroza pueblos y naciones, convirtiendo a la gente en legales e indefensos esclavos modernos.

 

Quienes somos de la cultura de Jesús, ponemos nuestro rostro contra el leviatán que se esconde tras avaros intereses. Luchamos por la liberación de los pueblos, para derrotar al capitalismo en los corazones de mujeres y hombres, sembrando la teología del amor de Cristo que prospera en solidaridad quien, por amor, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a todos (2 a Corintios 8.9).

 

Repasando esta nota publicada hace cuatro años, te invito a meditar sobre tus lealtades.

Las estadísticas mundiales revelan que, cada día, crece la cantidad de pobres, a la vez que disminuye el número de ricos, confirmando el efecto devastador del capitalismo que anhela ambiciosos adoradores a quienes despojar.

 

Llegó la hora, enfrentemos al seductor y cruel leviatán.

 

 

Una nota importante para leer:
http://elpais.com/elpais/2015/05/08/eps/1431115649_865387.html

 

 

 

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