En el día de ayer, en un accidente automovilístico en Texas, partió con el Señor David Wilkerson.

Uno de los hombres que más respeté en el ministerio.

Una verdadera voz profética que se contraponía a la tilinguería y al exitismo.

Supo que algo sucedería e incentivó a los hermanos de su Iglesia -Times Square Church- a entrenarse en primeros auxilios en la Cruz Roja, seis meses antes del ataque a las torres gemelas.

Fue el primero en entrar en el Ground Cero con voluntarios para socorrer víctimas.

Times Square Church ocupa uno de los más hermosos Teatros de Broadway, comprado con una ofrenda que alguien le dio a la salida de un culto cuando alquilaban una deteriorada sala en al calle 42, famosa por la prostitución. Creyó que ese cheque millonario era producto de un mitómano más, pero cuando consultó en el Banco, fuerte fue su sorpresa.

En ese hermoso Teatro, nadie podía ocupar las tres primeras hileras, ya que estaban reservadas para la gente en situación de calle, “homeless americanos” a quienes David recogía y los hacía pasar por la casa Jeremías y la casa Isaías, donde los instruía para el ministerio.

Allí, lo conocí por primera vez.

Por defender a los divorciados y darles credenciales pastorales, tuvo que abandonar las Asambleas de Dios, organización a la que amaba y en la cual dejó Teen Challenge, el programa de recuperación de droga dependientes, que lleva 86.769 vidas transformadas.

También, era la Iglesia que más daba para misiones.

Ejemplo en todo, a pesar de que se habló mucho en su contra, e incluso, se lanzaron rumores feroces para destruir su reputación, los cuales nunca contestó.

Después de contarme lo que pensaba y creía, hablando de las profecías y del mensaje para la Iglesia, me dijo: “Cada mañana abro la ventana de mi oficina y de rodillas clamó a Dios: Señor ¿qué tienes para mi pueblo hoy…?” .

Tuve el privilegio que me dispensara una especial atención, en los pocos encuentros que mantuvimos.

Recuerdo, cuando vino a Buenos Aires, hablando entre sus prédicas en el back, después de hacerme algunas preguntas sobre nuestro trabajo evangelístico, pastoral y social y conocer nuestros pensamientos, que me tomó del brazo, me apartó y me dijo: “Te felicito. La Iglesia que se olvida de los pobres no conoce el corazón de Dios. Cuando vengas a New York quiero que pasemos tiempo juntos…”.

La tarea fue más grande. Desde aquella charla en Buenos Aires, no volví a New York y nos quedó pendiente ese tiempo juntos.

Lo tendremos en nuestro barrio, que queda detrás de las estrellas.

“En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera.” Zacarías 3.20

Les dejo uno de sus últimos devocionales -sino no fue el último- que me enviaron unos amigos desde Puerto Rico:

“Para aquellos que pasan por el valle de sombra de muerte oigan esta palabra: El llanto durará algunas oscuras y terribles noches, pero, en medio de esa oscuridad pronto oirá el socorro del Padre: YO ESTOY CONTIGO.
En este momento no puedo decirte por qué, pero un día, todo tendrá sentido.
Verás que todo era parte de mi plan. No fue un accidente. No ha sido un fracaso de tu parte.
Agárrate fuerte. Deja que te abrace en esta hora de dolor”.

David Wilkerson 1931-2011