Días de silencio.
Los hechos hablan, gritan por sí mismos.
Aquí y ahora, una frase de JESÚS conmueve nuestra historia cotidiana: “el que tenga oídos para oír, oiga”.
Una pandemia de sordera que aturde ataca a la gente.
El potente e insoportable ruido religioso y mediático avanza por sus redes generando confusión. Así, esclaviza a sus víctimas que, presas de un “síndrome de Estocolmo” generalizado, defienden con uñas y dientes a quienes secuestran su futuro.
Para salir de la meseta del dolor debemos desoír las promesas tranquilizantes y buscar LAS PUERTAS DE LA JUSTICIA, esas que nos llevan al exacto domicilio del SEÑOR.
El viaje a tal destino es simple, debemos subirnos al colectivo que no lleva a:
ANHELAR LA JUSTICIA PARA TODOS
DESEAR PAZ, SEGURIDAD, TRABAJO, PROSPERIDAD
EN MEDIO DE ALEGRÍA, SIN ACEPCIÓN DE PERSONAS
CLAMAR POR LA LIBERACIÓN DEL PUEBLO
y la caída de los avaros impíos que depredan todo lo que encuentran en el camino encarcelando la felicidad popular.
Tranquila, tranquilo, NO VAS A MORIR.
Si la sociedad de sordos ruidosos te rechaza y relega, LLEGA TU LIBERACIÓN.
SERÁS PIEDRA DE ÁNGULO, CIMIENTO DE VICTORIA.
¡¡¡JESÚS VIENE!!!
ÉL maravillará a los impíos ladrones de la paz y felicidad del pueblo, dejándolos expuestos y derrotados, a débiles que sufren y al pueblo todo emancipado para vivir en la PAZ que solo puede dar la JUSTICIA.
Entonces: ¡¡¡QUÉ COMIENCE LA FIESTA!!!, y no te asustes… SERÁS LIBRE.
El Salmista nos guía en oración y acción:
“No voy a morir.
Voy a vivir para dar a conocer las obras del Señor.
Aunque el Señor me castigó con dureza,
no me entregó a la muerte.
¡Ábranme las puertas donde habita la justicia!
¡Quiero entrar por ellas para alabar al Señor!
Ellas son las puertas que llevan al Señor,
y por ellas entran quienes son justos.
Te alabo, Señor, porque me escuchas,
y porque me das tu salvación.
La piedra que los constructores rechazaron,
ha llegado a ser la piedra angular.
Esto viene de parte del Señor,
y al verlo nuestros ojos se quedan maravillados.
Este es el día que el Señor ha hecho;
y en él nos alegraremos y regocijaremos.
¡Señor, ¡te ruego que vengas a salvarnos!
¡Te ruego que nos concedas la victoria!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Desde el templo del Señor los bendecimos.
El Señor es Dios, y nos brinda su luz.
¡Qué comience la fiesta!”
Salmo 118.17-27a RVC (resumido)