Qué tienen en común el profeta Daniel, Pablo y Jeremías con Leonel Scaloni, Rodrigo De Paul y Tita Mattiussi. Permítanme jugar un poquito con la pasión y el entendimiento.

Daniel, profeta y sabio, desesperaba por no entender nada de lo que veía.
Es hermoso leer su relato cuando, ante su desconcierto, el Señor se hizo presente y, con una indicación imperativa -muy al estilo porteño-, le encomendó al ángel Gabriel, que le explicara los acontecimientos que se desarrollarían en los siguientes tres siglos:

“Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprender su significado,
apareció de repente delante de mí una figura parecida a un hombre, y oí una voz humana…
la cual decía: ´Gabriel, explícale a este hombre la visión´”.
Daniel 8.15-16 DHH

Sin embargo, ni aún así, Daniel logró entender. Tanta fue su preocupación que enfermó:

“Yo, Daniel, sentí que me faltaban las fuerzas, y estuve enfermo varios días… estaba yo muy preocupado por la visión que había tenido, pues no podía comprenderla.”
Daniel 8.27 DHH

El panorama se complica cuando se suman voces de adivinos. Agoreros que utilizan circunstancias temporales para inclinar al pueblo en la dirección para la que ellos operan.
Esta fue la experiencia de Pablo, cuando liberó de un espíritu de adivinación a una muchacha víctima de la esclavitud por el patriarcado y la tiranía vigente. Sus amos alegaron razones culturales y de lealtad al imperio que los dominaba, para atacar a quien destruía sus redituables vejámenes. Un típico caso de lawfare; como verás, nada nuevo hay debajo del sol.

“Pero cuando los amos de la muchacha vieron que ya no tenían más esperanza de ganar dinero por medio de ella, agarraron a Pablo y a Silas y los llevaron ante las autoridades, a la plaza principal. Los presentaron a los jueces, diciendo: Estos judíos están alborotando nuestra ciudad, y enseñan costumbres que nosotros no podemos admitir ni practicar, porque somos romanos.
Entonces la gente se levantó contra ellos, y los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los azotaran con varas.”
Hechos de los Apóstoles 16.19-22 DHH

Ante tanta realidad histórica y considerando nuestra talla, debemos hacer una oración para que el cielo nos asista en nuestra cognoscitiva tarea. Una plegaria que provoque la divina respuesta que recibió Jeremías, profeta contemporáneo a Daniel, quien quedó del otro lado de la grieta producida por la cautividad. Una señal inequívoca para entender, por lo menos, a quién no se debe escuchar:

“¡Guerra a sus adivinos: que se vuelvan locos!”
Jeremías 50.36 DHH

Soy futbolero y orgullosamente académico, por eso, espero que el quirúrgico pase, de más de media cancha que Rodrigo De Paul ejecutó de forma magnífica y permitió la llegada del gol que nos hizo vibrar el alma el pasado sábado de gloria, nos sirva de ilustración.Hemos asistido a un ataque a mansalva de parte de una gran mayoría de periodistas deportivos -entre los cuales yacen ex futbolistas- contra el técnico de la selección y sus jugadores. La intención aviesa era catapultar a otro “mister”, pero gracias a Dios, a todos ellos les llegó su Waterloo.

Es interesante ver a dichos periodistas y ex futbolistas acólitos intentar explicaciones que les permitan hallar un lugar en la “Scaloneta” que les pasó por encima. Espero que a ellos también les llegue un merecido exilio forzoso, como el de Bonaparte de 1815.

Los hechiceros mediáticos se están volviendo locos.Es hora de darnos por enterados, pues tienen colegas en todos los rubros e intentan con todas sus “redes” y anzuelos formar nuestra opinión, haciéndonos creer que lo bueno es malo y lo malo, bueno.

Los académicos sabemos levantar con orgullo el nombre de Tita Mattiussi, heroína blanquiceleste que con su amor y pasión nos marcó y le dio nombre al centro de formación de futbolistas juveniles -único en el mundo gestionado por los socios del club-, nacido en los trágicos días de la quiebra que intentó destruirnos. Juan Musso, Lautaro Martinez y Rodrigo De Paul son parte de esos pibes que salieron de la resurrección racinguista y abrazaron a Messi en la gesta apoteótica del Maracaná.

Quiera Dios que estas señales, que dejan en evidencia a los agoreros de siempre, oficien de despertadores para que podamos entender sin enfermarnos. Que nos tiren un pase gol que nos abra el discernimiento.

¡Guarda lavoratore! No debemos olvidarnos que el partido dura 90 minutos y, como Rodrigo, debemos sudar la camiseta, marcar, jugar y ser solidarios, sino nos pasan por arriba.

¡Abrazo de gol!, como diría el Mariscal.

PS: Una mención especial para el Huevo Acuña, que no es fruto del Tita, pero es de Ferro, como mi viejo. Un segundo amor.