Nubes de preocupación y dolor en los días de la Patria.
Este 25 de mayo quiero compartir el pensamiento de un gran hermano y nuestra fe inquebrantable…

EN NUESTRO PAÍS…
En 1920 florecieron en la Argentina dos grupos literarios que expresaban las vertientes del pensamiento de una nación que pujaba por crecer. Pasaron a la historia como el Florida y Boedo, denominados así por el domicilio de las editoriales donde convergían. Aunque nacidas ambas en el Martinfierrismo expresaban dos mundos diferentes…

Leopoldo Marechal (*) fue una de las plumas insignes de Boedo; sus palabras reflejan aquella impronta: “Era el pueblo de Mayo quien sufría, no ya el rigor de un odio forastero, sino la vergonzosa tiranía del olvido, la incuria y el dinero. El mismo pueblo que ganara un día su libertad al filo del acero tanteaba el porvenir, y en su agonía le hablaban sólo el Río y el Pampero.”

Don Leopoldo, dolorido por la realidad política de tiranías y de fraudes con horrendas consecuencias sociales y económicas en la gente, dijo: “La patria es un dolor que nuestros ojos no aprenden a llorar…”

Consciente de la incomprensión de foráneos inmigrantes y extranjeros nacionales que solo miraban por los ojos de su avaricia allende los mares, escribe una poesía maravillosa: “Descubriendo la Patria”, radiografía de la realidad argentina de su tiempo y del nuestro, cuyos dos versos finales imprimen un sesgo de realismo brutal:

“Yo la vi talonear los caballos australes,
niña y pintando el orbe de sus juegos.
La Patria no ha de ser para nosotros nada más que una hija
y un miedo inevitable,
y un dolor que se lleva en el costado sin palabra ni grito.
Por eso, nunca más hablaré de la Patria.”

Miseria, pobreza y violencia, producían tanto dolor, haciendo insoportable la incomprensión de quienes, extraños, oían narrada su visión de la realidad en la melodía de su poesía; determinado a hacer absoluto su silencio hasta que su verba fuera comprendida, decidió no hablar más de la Patria, negándose a aprender a llorarla.

Debemos conocer nuestro país, nuestra patria. Que sucede en sus campos, ríos, montañas y mares, en los pueblos y en las ciudades, es decir en su gente…
Reconocernos en ella, lugar de nuestras raíces, de dónde procedemos y hacia dónde siempre vamos, pone en claro nuestro ADN, nuestra identidad.

Tribus y pueblos desconocidos aún, habitan desde tiempos inmemoriales la Amazonía, ignorando plácidamente si se encuentran en Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela…

No necesitan pasaporte. Tiene en claro su Patria en cada árbol, en cada pájaro, todos los animales, el viento y los sonidos, los aromas y esa sensación de hogar permanente, recuerdo del pasado y anticipo de futuro, de allí son y ella también les pertenece, pues uno sin el otro carece de identidad. Su lugar, el de la pertenencia mutual, raíces plantadas de generación en generación.

Tan grande es la Patria que lleva a grupa a todas las naciones que en ella se formaron. Pueblos que comparten orígenes y sueños a ambos lados de frías fronteras de alambradas indignas. Púas metálicas o culturales, tratan de encerrar a los pueblos en una sola identidad externa y breve, violentando la entidad profunda e inviolable que cada raza, cultura, pueblo y persona, porta en su espíritu libre. Esa libertad le permite, unirse a otro sin perder su esencia. Todos tienen pertenencia, por nacimiento o adopción y, siendo diferentes, se unen en la Patria, anhelo de ideales compartidos que vive al abrigo de la otredad respetada a ultranza.

LA REDOTA… Artigas y la patria

Para leer el capítulo 13 del libro INVIERNO: https://www.guillermoprein.com/2014/10/invierno-capitulo-13-sol-de-primavera-paciente-con-la-recompensa.html.

(*) Leopoldo Marechal (Bueno Aires, 11 de junio de 1900 – 26 de julio de 1970). Poeta, dramaturgo, novelista y ensayista.

En 1960 a causa de la parálisis nerviosa que sufría su mujer concurrió a una Iglesia Evangélica Pentecostal, donde junto a ella tuvieron un encuentro personal con Jesucristo que los unió a dicha fe, siendo Elvia totalmente sanada.

Los datos biográficos de su conversión en la Iglesia Evangélica fueron recopilados de varias fuentes: el libro La Ciudadela Mística.

(**) Nota publicada el 24 de mayo del 2016