Enfrentando el cambio de temporada.
El desafío de la CONTRACULTURA de JESÚS.

Hace unos años recibí una noticia muy deseada, sin embargo, mi reacción me sorprendió, no me reconocí. Fue entonces, cuando se dispararon todas las alarmas de mi alma: ¿qué me sucedía? Momento crudo: reconocer que el del espejo no era yo.

Acudí a JESÚS para reencontrarme. Necesitaba recuperar mi sensibilidad y la simpleza de disfrutar hasta el delirio los amores y las emociones. Cinco veces en un día, su arado divino surcó mis endurecidos sentimientos, dejándome tan sensible como fui creado.

Al escuchar mi relato público de esta experiencia, mi hermana del alma y del corazón –con quien comparto una madre hermosa y única–, conociéndome profundamente me dijo: “no… vos nunca podrías ser insensible. Lo que sucedió es que de tanto tiempo batallando, la coraza se te pegó al cuero. Duele arrancarla, pero debajo estás vos.”

Las batallas prolongadas acostumbran a la humedad a nuestros ojos, que cuando se cansan del llanto, se petrifican volviéndose en un duro sequedal. La razón y las emociones mutan para autodefenderse: no pensar ni sentir, para no sufrir. Desafío para nuestra fe y esperanza.

Intenso ejercicio espiritual es partir la dureza de la corteza con que el alma se protege del dolor. Labor casi imposible, a menos que permitas que los discos santos de su arado abran los surcos donde caerá la preciosa semilla.

Es necesario reconocer el nuevo tiempo, vencer temores y así salir del refugio, con toda la precaución necesaria, pero salir al fin. Proceso íntimo: derrotar el miedo y la frustración enquistada, consecuencia de dolorosas vivencias.

Creer y adaptarnos al tiempo donde todo cambia es una batalla ardua, especialmente, cuando el enemigo creó, durante largas temporadas, todos los escenarios necesarios para doblegarnos por medio del temor, cansancio o acostumbramiento, dejando nuestras vidas desahuciadas al borde del camino y dando por perdidos los anhelos y sueños más deseados.

“Cantando al sol, como la cigarra” de María Elena, llega Salomón para resucitar la esperanza en aquellos que solo atinábamos a sobrevivír:

“Se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.” (1)

Todo cambia cuando rompés el paradigma que te asfixia como una imperceptible y transparente bolsa plástica que te envuelve y aísla, permitiéndote ver lo deseado y separándote de ello al mismo tiempo. Tan cerca y tan lejos…

Llega el tiempo de la canción, milagros que hacen realidad lo imposible en medio de un mundo hostil que denuncia tu locura al declarar la felicidad venidera cuando imperan la frustración, el dolor y las malas noticias.

Adaptarse a vivir en la verdad divina, tan tangible como la maldad a derrotar, es inminente. Deshacer la corrupción que corroe, sembrando amor, ese que se da y se multiplica, pues vuelve a nosotros en forma de cosecha.
No te canses de hacer el bien, este es como un bumerang, siempre regresa. (2)

Como Elías, tenemos muchos falsos profetas, ruines agentes de maldad disfrazados de economistas, periodistas, políticos, religiosos y otras yerbas que convencen al pueblo de que existen razones para su sufrimiento, trasladando la responsabilidad a la víctima. Debemos derrotarlos con fuego del cielo, amor que consume falsos altares de egoísmo y mezquindad. (3)

Pero la labor más trabajosa es cazar las zorras pequeñas, esas que atacan nuestras viñas cuando están en pleno proceso de desarrollo. Pensamientos íntimos, experiencias del pasado o aconteceres del presente minan nuestra fe anclándonos al ayer de fracasos anunciados.

Capturar a esas depredadoras, erradicarlas de nuestra alma en una tarea constante y vital en el parto y posterior crecimiento de nuestra nueva realidad.

Salomón, el sabio, consiente de esto, reclama ayuda en la cacería y nos llama a salir del refugio donde nos escondimos.

Es tiempo para cantar, para hacer oír nuestra voz.
Hermosa voz de los pueblos y las gentes que clama libertad.
Es tiempo de unirnos para eliminar la plaga de viñas destructoras.

Pertenecer a una CONTRACULTURA conlleva un desafío permanente.
Ser un discípulo de JESÚS, compartiendo el amor solidario que produce multiplicación es una vida apasionante.

“¡Mira, el invierno se ha ido, y con él han cesado y se han ido las lluvias!
Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado!
Ya se escucha por toda nuestra tierra el arrullo de las tórtolas.
La higuera ofrece ya sus primeros frutos, y las viñas en ciernes esparcen su fragancia.
¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa!»
Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en las hendiduras de las montañas, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; pues tu voz es placentera y hermoso tu semblante.
Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos,
nuestros viñedos en flor.” (4)

PS: Como un refuerzo necesario, les comparto el último capítulo del libro INVIERNO SOL DE PRIMAVERA | PACIENTE CON LA RECOMPENSA. Especialmente debemos prestar atención al EPÍLOGO.

  1. Cantares 2:12
  2. “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Gálatas 6.8-9 (RV1960) 
  3. 1ª de Reyes 18.24-40 
  4. Cantares 2.11-15 (NVI)